
Tus pupilas prendidas en la nada,
dos bengalas de auxilio
en mitad de la tempestad
recorren callejones de tu memoria
enhebrados al ojal de tu existencia,
renglones deambulando
entre los confines de un folio
llamado vida, desde cuyo abismo
observas cómo una paloma solitaria
surca un efímero océano azul cielo
cielo surcado por aviones
aviones que unen continentes
continentes que contienen personas
personas que arrastran sombras
sombras que reptan por el suelo
suelos que bucean en los mares
mares inundados de navíos
navíos oxidados en salitre,
salitre, nieve de silicio en el aire
aire que respiras en esta bohardilla de tinta
sintiéndote libre como esa paloma solitaria
que surca un efímero cielo azul océano
rumbo hacia placenteros recuerdos,
playas tropicales de aguas turquesa
sobre las que caminaste, mientras dejaban,
sin tú saberlo, su impronta en ti
como un psicoanalista perturbado
que caza mariposas en tu vientre
antes de asfixiarlas
entre humo de tabernas y dolor destilado
en el asfalto que guía tus pasos
perdidos en la madrugada de los siglos eternos
que tu mirada congela en tu pecho:
DESENGAÑOS.
Un rosario de cuentas de fuego
que hiela los latidos de tu corazón
con la ingenuidad evolutiva
del macho de la mantis religiosa
jurando amor eterno
confiado
sincero
sin saber qué le deparará el futuro:
rico festín de suculentos platos
en el que sus entrañas
son el manjar más preciado.
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