
Un banco desierto junto a un estanque con bruma,
una mortaja de niebla blanquecina que inhibe los recuerdos
y crispa los sentidos.
Silencio.
El goteo de las lágrimas de un sauce
pone voz a aquella despedida,
a ese último beso en una terminal
a un incómodo sol amaneciendo
mientras las horas de ser nosotros se gotaban.
Un ave grazna sobre sus ramas
despertando la tormenta,
un viento huracanado en mi cabeza
forma remolinos de palabras,
fragmentos de caricias astilladas
golpean mis sienes, barriendo la nostalgia.
Una puñalada de luz
se abre paso entre las nubes.
El sol brilla con rabia
arrancando reflejos verdosos al agua.
Tu mirada, limpia y cristalina me mira
desde las ondas que mecen su superficie,
invitandome a dar un paso al frente
a adrentarme en tus humedades
sin mirar atrás, sin dudar.
Ansioso doy un paso. Después otro,
sintiendo tu aliento acariciándome
mientras inundas mi cuerpo y mis sentidos
en mitad de un folio en blanco
manchado de sueños de tinta
delfines a modo de tildes
y sirenas abrazadas por krakens nerviosos
notando su piel bajo sus ventosas.
Un paso. Después otro.
Hay quien hablará de naufragios,
pero tus palabras en mis oídos
lo único que hacen es abrazar mis miedos
dejándolos morir entre constelaciones de deseos
escapando de mi boca,
ocupando el hueco que dejaron mis lamentos,
un no sueltes mi mano. Te quiero.
Fotografía de @distoppia
Texto de @iAlterego84
Comentarios